Ya hace un año, a veces pereciera que ha pasado una eternidad, y otras que fue ayer cuando el coronavirus nos enfrentó cara a cara, llenó nuestros hospitales, vació nuestras calles, cerró nuestros comercios y nos encerró en casa.
Es espeluznante recordar los telediarios, las cifras, las imágenes, pero sobre todo las habitaciones de hospital.
Sin embargo, lo más espeluznante es recordar el dolor, la desesperación, la soledad, el miedo, la angustia…
PANDEMIA MUNDIAL.
Recuerdo con nitidez la tarde en la que comenzamos a mover pacientes e ingresar sospechas COVID, mover muebles, material y preparar todo para la exclusa sucia.
Recuerdo mirarnos con miedo, mientras intentábamos dar la talla frente a los pacientes que estaban mucho más asustados que nosotras.
Recuerdo los largos turnos dentro del pasillo “sucio” con la indumentaria agobiante, con el miedo al quitártelo, al ponértelo y por no tener el material apropiado.
Recuerdo los mareos, los nudos en la garganta, las ganas de llorar, el miedo de salir porque tenías a un paciente “cogido con pinzas”.
Recuerdo mirar con ansiedad la saturación, subir los oxígenos, llamar, y tener la esperanza de que hubiera un hueco en UCI.
Recuerdo dar la mano con fuerza mientras las lágrimas caían en pacientes que estaban luchando, y por los que luchamos con fuerzas, y el nudo en la garganta que después se convertía en lágrimas que debían ser consoladas.
Recuerdo a muchos que salieron adelante, que nos dieron fuerzas en los días en los que parecía que nuestros esfuerzos no eran suficientes.
Recuerdo videollamadas, despedidas, dolor… Pero también recuerdo gratitud, cercanía, equipo…
Llegar a casa y llorar desconsolada, al ducharme cada día y desinfectar todo absolutamente; tener pesadillas, necesitar descanso, pero desear ir a trabajar y luchar con fuerza.
Recuerdo llorar con mis compañer@s, desahogarnos en las largas noches de rondas constantes, con miedo en el cuerpo.
Recuerdo la soledad, la impotencia, la desesperación…
Por eso debemos seguir siendo conscientes de que la lucha continúa, y seguir poniendo de nuestra parte TODOS.
Y aquí estamos, un año después, y seguimos luchando, y lo seguiremos haciendo.
Deseando poder recordar el día en el que casi no haya casos de COVID, el día en el que podamos abrazar sin miedo, seguir prestando atención adecuada a todas las patologías…
¿Qué has aprendido este año? ¿Qué cambiarías?
En los dos primeros meses de la pandemia sentía que tenía que hacer algo, que tenía que compartir mi esperanza, esa esperanza que alivia el dolor más profundo, y por ello creé este blog: Nursewithope (pretendiendo ser una enfermera que llevara y fuera de esperanza para otros).
Durante los primeros meses, Dios me recordó unos versículos que dicen: “«¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!*
Y estas palabras me llenaron de consuelo, pero también de una urgencia por querer que otros pudieran tener lo que yo disfrutaba: esperanza en medio del dolor, victoria a pesar de la muerte y consuelo en medio de la tristeza, y todo gracias a Jesús, Aquel que fue capaz de cargar con todo mi dolor, mi pecado… Darme esperanza y promete estar conmigo todos los días de mi vida.
Y a ti ¿qué te ha dado esperanza en medio de este año de incertidumbre y dolor?
*La Biblia en 1Corintios 15:55-57
Puesto que ya soy del Señor desde hace 30 años, a partir de conocer a Marta, la esperanza principal está cumplida. La esperanza más inmediata y tranquilizadora, es saber que tú y tus compañeras/os, estaréis ahí cuando me toque acudir a un hospital. Que el Señor os bendiga y dé fuerzas hasta el final. 😘
La vida nos pone a prueba