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Que la oscuridad no te impida mirar más allá



Hace unos días hubo dos situaciones que me devolvieron a una perspectiva adecuada. Creo que todos sabemos lo importante que es tener un enfoque correcto de las cosas, pero quizá no somos muy conscientes de ello en nuestro día a día. Por lo menos yo, tiendo a ver las cosas blancas o negras.



A pesar de amar lo que hago e ir contenta a trabajar porque sé que merece la pena, siento que vivo en un continuo “deja vu”. Un sinfín de momentos complicados, demandas continuas de los familiares, quejas constantes (aunque también gratitud). Muchos nervios y siempre a contrarreloj. Momentos en los que se demanda más, donde ves que las bajas se quedan sin cubrir, los ingresos son constantes y los papeleos infinitos.


Cada vez más, estamos rodeados de sanitarios que tienen una crisis profesional, ya que el estrés, la falta muchas veces de comunicación, de no tenernos en cuenta, de no escuchar y no hacer trabajo en equipo con nosotros… quema. Sentimos que dejamos trabajo por hacer, que no prestamos atención suficiente a lo verdaderamente importante. Porque muchas veces, simplemente no puedes, inclusive yéndote más tarde de tu horario.


Pero el otro día, tuve momentos en los que de pronto el tiempo se paró y se hizo evidente que nuestro trabajo tiene repercusión, que realmente merece la pena estar para los pacientes, parar y escuchar, aunque ello implique ir con retraso en el horario previsto.


En una tarde llena ingresos, sin parar, viene de urgencias a ingresar un hombre con ojos azules de mediana edad. Su nombre me sonaba. Al presentarme, de pronto, a mi mente vino una imagen de un año atrás. Sí, era él. El mismo paciente que yo había acompañado de la mano a la UCI y después había abrazado a su mujer llorando porque iba muy grave. ¿Sobrevivirá? - pensé, mientras le decía que tenía que ser fuerte, después me marché.


Ese mismo paciente que parecía que no tenía esperanza y que gracias al trabajo en equipo de los sanitarios a pie de cama, los esfuerzos y constancia de ambos equipos: de planta y UCI estaba allí, delante de mí un año después. La realidad es que me emocione e incluso le estreche fuerte el brazo de la alegría.



A veces no vemos la repercusión de nuestro trabajo, pero cada acto de cuidado que nos ha llevado nuestro tiempo de estudio, nuestros días de mucho curro sin parar, nuestros desvelos al ver a las familias llorar… Ayer hicieron que volviera a ver a este paciente que está disfrutando de su familia y de su nueva oportunidad.


Otro de los ingresos era un hombre de 94 años, nada menos. Se había alterado en la urgencia. Subió hecho un ovillo y cuando me presenté y le acaricié el brazo me dijo: “a ver si tu sí que puedes tratarme mejor, que yo lo que quiero es irme”- le caí en gracia, charlamos bastante rato mientras cedía a comer conmigo (ya que no quería con nadie más) y me contaba como se había conocido a su mujer y vivido toda una vida a su lado, cuán enamorado había estado y cuánto la había querido.

Me miró fijamente y se interesó en mi vida. Me agarró el brazo y para mi sorpresa recordó mi nombre y me dijo “espero verte mañana, me has tratado muy bien”. Me volví a dar cuenta de la importancia de la escucha y el cariño.


En nuestro día a día estamos rodeados de enfermedad, de muerte y de dolor. Son tres cosas que cada vez más odio, pero que tengo la oportunidad de, con la ayuda de Dios contrarrestar constantemente.


Ganar batallas, hacer saber a la gente que luchamos por ellos, alegrar días oscuros, aliviar dolores incontrolados, recordar el valor a las personas que ya no se valen por si misma, escuchar para poner en relevancia la vida y lecciones de los que nos rodean.


Amo mi profesión porque tengo el privilegio de poder mostrar el amor de Dios, porque tengo el privilegio de estar cerca de los que sufren, porque puedo aliviar, acompañar y estar cuando me necesitan.


Siento decepción por el poco cuidado que se tiene de la sanidad. El mal trato que se les da a los sanitarios y el poco valor que se le está dando al sistema sanitario tan potente que tenemos.


Estamos desgastando a personas con mucha, muchísima vocación. Os podría contar miles de experiencias de compañeros que cuidan de sus pacientes con excelencia, que se van tarde por atenderles mejor, que estudian para poder encontrar el tratamiento adecuado, que aguantan broncas innecesarias, que saben animar al equipo en los momentos difíciles.


Compañeros que tienen una empatía admirable, que saben escuchar con paciencia, enseñar con cariño y educar para que los pacientes y familiares se cuiden mejor.


Compañeros que saben contrarrestar las situaciones que más hastían, los turnos en los que saldrías corriendo y cogen hasta las vías más imposibles…


Quiero luchar por unas mejores condiciones, por una sanidad que se respete, por unos contratos dignos y por la seguridad del paciente al haber personal suficiente. Pero quiero seguir disfrutando de lo que hago y aportando a los que me rodean. Amo mi trabajo y agradezco a Dios el gran equipo que me rodea.


No permitas que la oscuridad nuble lo bonito de llevar luz.

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