Durante la semana pasada hemos sabido del fallecimiento de una mujer de 48 años que nos ha consternado llevándonos a plantearnos muchas cosas… Llegamos tarde, muy tarde.
¿Y si estamos perdiendo el norte con el coronavirus?, ¿y si nos estamos olvidando de lo demás…? Millones de cosas se nos pasan por la mente.
Me hace plantearme, ¿Cuántas personas han debido de pasar situaciones así sin la ayuda necesaria, en incertidumbre, con dolor, sin consuelo? ¿Cuántos seguimientos se han dejado de hacer?
En nuestro día a día en el hospital vemos, y por desgracia veremos, los daños colaterales que el coronavirus ha hecho, y está haciendo, en la vida de muchos de nuestros pacientes que no padecen coronavirus.
Nos preocupa, porque nos gustaría llegar a todo, poder curar, cuidar, atender y acompañar a todos y cada uno de ellos.
Nos afecta ver las consecuencias. La calidad de vida que podíamos haber aportado, los años de vida potenciales que hubiéramos podido conservar, el dolor que hubiéramos podido evitar…
Nuestros pacientes crónicos, los pacientes que esperaron al último momento para venir al hospital, y entonces… fue tarde.
Cómo profesionales sanitarios nos hemos sentido frustrados y preocupados por estas situaciones, tratamientos imprescindibles que han tenido que esperar, operaciones canceladas…
Es cierto que estábamos en una situación sin precedentes y había que priorizar, que los medios eran escasos y la situación nos desbordaba, pero por desgracia esta situación tiene consecuencias mucho más a largo plazo, muchas más de las que vemos en las noticias…
Sin embargo, debemos tener claro y luchar porque cada persona, es importante. En muchas ocasiones como sociedad dejamos mucho que desear en ese sentido, porque no vivimos de esa forma, a veces por desconocimiento, otras por estar desbordados de información, desbordados de trabajo, pero también por indiferencia.
Antes de la pandemia, había enfermos de millones de enfermedades, muchas de ellas, que afectan a una gran parte de la población y se estudian mucho, y otras que afectan a minorías que no se sabe mucho de ellas, porque son enfermedades “raras” como suelen llamarlas. En ocasiones debemos tenerlas cerca para ser conscientes de que existen, pues muchas de ellas no las conocemos, pero ¿acaso no deberíamos luchar por cada persona?
Cada persona cuenta, cada vida es importante, y eso no lo cambia que no se destinen medios para investigar tratamientos porque “no es rentable”, el valor de la persona, su dignidad, viene intrínseco en cada uno de nosotros.
Me consuela saber que para Dios cada persona cuenta, te conoce y ama de manera personal. A cada persona Dios le da un valor incalculable, pues estuvo dispuesto a entregar a su propio Hijo para que podamos estar cerca de Él. Dio solución a nuestro pecado, venció la muerte y quiere vivir con nosotros.
Cuando parece que no eres importante, o que nadie se preocupa de lo que te pasa. Dios está interesado en ayudarte, tu vida le importa, y quiere caminar contigo, da igual cuán difícil sea el camino.
Cada persona cuenta, cada vida es importante.
Recuerda que detrás de cada número hay una vida: Haz lo que este en tu mano, haz bien a los demás y trátales con el valor que tienen, quizá seas la única persona que le hayas sonreído hoy, que le has abierto la puerta o le has saludado en el portal…
En esta situación difícil, y por desgracia, lo que aún nos queda, la soledad y el dolor están más cerca de nosotros de lo que imaginamos. Mira más allá de tu dolor, y quizá, tu puedas ser el alivio y consuelo de otro.
Toma el ejemplo de Jesús, él estuvo dispuesto a darte tal valor que murió por TI, ¿aceptarías un REGALO tan inmenso y costoso, pero totalmente GRATIS?
Es dura la situación!