Muy buenas a todas las personas que me leéis. Este artículo es bastante personal. Hace mucho tiempo que no escribo. A veces el tren no para, nos subimos a la rueda que no para de girar y no encontramos el momento de quietud para poder expresar con el corazón aquello que nos gustaría compartir.
En estas semanas pasadas el trabajo se ha tornado complicado, el ver pacientes malitos y tener que ayudarles en la despedida de la vida, a veces nos hace perder el equilibro y tener que parar y enfocarnos de nuevo. Renovar las fuerzas en Aquel que todo lo puede.
En ocasiones tenemos que desconectar para poder conectar de nuevo y reflexionar en nuestra manera de actuar y ser. Sin embargo, cuando te toca ver a gente a la que quieres sufrir por tener a sus propios seres queridos enfermos, el dolor es más profundo, más punzante, te dan ganas de intercambiarte, ponerte en su lugar, gritar, llorar, pero sobre todo estar ahí y desear estar a la altura.
Pero también debemos continuar viviendo aquellas cosas que vienen nuevas, agradecer y seguir adelante disfrutando. Mudanzas, días libres aprovechando para ver a mucha gente querida, buenos amigos, familia, las buenas conversaciones, los momentos de compartir de cosas que trascienden, de cosas que cambian la perspectiva de la vida…
He descubierto, que he llegado a una edad en la que me gusta mirar desde lejos mientras a las personas que amo disfrutan, sentirme afortunada y agradecer; mirar como juegan mis sobrinos en la arena (aunque reconozco que tardo poco en acabar manchándome yo para disfrutar con ellos). Mirar mientras toda la familia está a la mesa, mientras captas miradas de complicidad, conversaciones interesantes y gestos de cariño. Observar las risas de los amigos y sus chistes y locuras. Estar en una boda, poder mirar a las personas y pensar en los momentos que has vivido con ellos. Me encanta observar en silencio, mientras agradezco a Dios lo afortunada que me siento, lo feliz que me hace rodearme de tantas personas a las que quiero, aunque eso ha conllevado muchos salientes de viaje, muchas vueltas a Madrid de madrugada y algún día que otro llegar directa a trabajar.
Sin embargo, desconectar para conectar es tan importante…
Algunas de las lecciones que he aprendido en estas semanas os las quiero compartir:
- No te agobies demasiado con las cosas que no son tan relevantes, el orden después de una mudanza es casi imposible 😉
- Aprovecha los momentos para disfrutar de los que quieres, olvidarse del móvil es maravilloso. Poder cantar, contar historias, jugar, reír, llorar, desahogarse: ES IMPRESCINDIBLE para poder seguir adelante.
- Reflexiona en las cosas importantes y trascendentes de la vida. Busca respuestas a las preguntas que importan. Ojalá descubras a Dios. Él me cambió la vida, da respuesta y sentido a mi vida cada día.
En los momentos difíciles, quizá debas desconectar para reconectar de nuevo.
Disfruta los cambios, aunque haya cosas agobiantes, hay que aprender a afrontar y disfrutar de las nuevas cosas.
En los momentos más duros ¡echa mano de aquellos que te quieren! Y recuerda que Jesús quiere estar a tu lado, y Él nunca defrauda.
Un abrazo fuerte: Eli
“Espero que te haya ayudado a recapitular, compártelo conmigo si quieres”.
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