Una larga espera te ha precedido, no siempre ha sido fácil, pero tenerte nos hace olvidar las penas, los desvelos, las molestias…
La muestra del milagro de la vida. El fruto del amor.
El pequeño terremoto que cambiará nuestras vidas.
La vida que fuertemente se abre paso y transforma su alrededor.
El llanto que logra dar un vuelco al corazón.
Los ojos curiosos que miran por primera vez el mundo que le rodea, con tanta inocencia… Pero que nos enseñan a mirar de nuevo las cosas, a aprender mientras ellos lo hacen, a asombrarnos por las luces, admirar los objetos, pararnos en todas las partes de los paseos o preguntarnos cosas que jamás habríamos imaginado.
La manita que se aferra con fuerza. Que encuentra nuestro calor y se calma, haciéndote quedarte ahí, mirando embobado.
Cada arruga, cada mueca, el olor, la respiración. Cuando llega la calma al reposarlo sobre ti, cuando te siente.
Los sobresaltos en su dormir, que te hacen imaginar ¿qué estará pensando? ¿qué sentirá? ¿qué estará soñando?
En esos momentos, donde ves tanta inocencia, lo protegerías, hasta el último suspiro de tu aliento. Te preguntas ¿cómo podrás enseñarle todas las cosas que le rodean? ¿cómo le transmitirás el amor por los demás, el cuidado a su prójimo, las ganas de aprender? ¿cómo le podrás guiar y cuidar en el camino? ¿cómo le enseñarás a gestionar sus emociones? ¿cómo podrás verle llorar sin que tu corazón se haga pedazos en el intento?
En estos momentos de mi andadura por el amplio mundo de la enfermería, estoy en maternidad. El lugar donde los bebés comienzan a descubrir el mundo. Donde comen las primeras veces… Os aseguro que la lactancia materna es un arte, es un reto, pero también un milagro, ¿cómo puede el cuerpo de una mamá alimentar a su bebé con lo que el necesita?
También es allí donde tenemos el privilegio de poder ayudar a los papás y mamás en las primeras horas de vida del bebé. Es maravilloso ver tanto amor en los ojos de unos padres, a pesar del cansancio, porque a pesar del dolor extremo que pasa una mamá tiene la valentía de amar por encima del agotamiento y el dolor.
Hace tres días tuve el privilegio de renovar mi título de tía por novena vez, pero no por eso me llena menos de ilusión. Es un sentimiento que no se puede describir. Una sensación de amor que nos exprime el corazón. Mi corazón tiene otro huequito que le pertenece a Lucas, ese pequeño al que quiero achuchar, agarrar su mano, oler su olor, abrazarle y susurrarle que le quiero, orar por él y presentárselo a Dios, leerle cuentos…
Dentro de los rangos de edad de mis sobrinos, sueño con poder disfrutar de sus vidas, poder estar presente, enseñarles y demostrarles ¡Cuánto les QUIERO!
Agradecida a Dios por el milagro de la vida, por el regalo de mi gran familia, con las preciosas particularidades y características de cada uno de ellos. Agradecida por el privilegio de ser testigo de los primeros momentos los bebés.
Todo esto me llevaba a pensar en Jesús, en el milagro de su encarnación que vamos a celebrar dentro de muy poquito, en Navidad.
En cuán pequeño e indefenso estuvo dispuesto a hacerse el Hijo de Dios para poder acercar y hacer vivo el mensaje más maravilloso, como el ángel le dijo a los pastores:
“No tengáis miedo. Mirad que os traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy os ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor”
La vida, que se abre paso entre las sombras, que nos llena de gozo y nos cambia.
Valoremos, amemos y luchemos por el regalo ENORME de la VIDA.
El milagro de la vida!!