Hoy, es 1 de Diciembre y en muchos casas se comienza el Calendario de Adviento hasta llegar al día de Navidad.
Todo ello me ha llevado a pensar en la espera. El tener fe que algo sucederá, tener la esperanza de que se realice lo que uno desea, como por ejemplo que te toque la lotería de Navidad, y por eso la compras.
En el mundo en el que vivimos estamos acostumbrados a lo inmediato, a tener casi todo con un clic. En muchas ocasiones vemos a la gente desesperada, de hecho, hay un dicho que nos dice: “el que espera desespera”.
Lo cierto es que, a lo largo de la vida nos toca esperar. Cada día tenemos muchos tiempos de espera. Hoy mismo habrás tenido que esperar en un semáforo, en la cola del super o la farmacia…
A lo largo de nuestro caminar en esta vida, no dejamos de esperar.
En el hospital hay esperas con final feliz, cuando puedes sentir a tu pequeño por primera vez, sentir su calor, acariciar su piel, susurrarle al oído. Entonces te das cuenta de lo perfecto que es y lo importante de la espera (como se ha formado, como te has podido preparar, sentir sus patadas que te hicieron consciente de que estaba allí…).
Días de alta a casa, esperados con paciencia después de una recuperación para poder abrazar de nuevo a todos los que amas, comer comida casera hecha como a ti te gusta y el valor del tiempo que te ha sido regalado.
En muchos lugares hay salas de espera, todos hemos tenido que esperar allí alguna vez. Nos llena de impaciencia ver avanzar el reloj en medio de la incertidumbre, la ansiedad y los miedos. Allí aguardamos un diagnóstico que nos llena de miedo y quizá nos cambie la vida, es allí también donde esperamos tras la operación de alguien amado, allí esperamos cuando estamos enfermeros a que nos ayuden con tratamiento que solucione nuestro problema o alivie el dolor.
Sin embargo, cuando es necesario, esperas. Lo haces aunque a veces te entren las dudas, te desesperes o pierdas la paciencia, porque deseas que haya un resultado, y que la espera “merezca la pena”.
En ocasiones estoy segura de que has recibido decepción después de una espera. La oferta no era tan buena, la persona no le dio importancia a tu problema, no era el sitio indicado para ese papel…
Personalmente, ha habido muchos momentos en los que la espera me ha desesperado, en especial cuando toca ver sufrir a alguien a quien amas, cuando quieres ayudar o aliviar el sufrimiento de un paciente, o cuando no ves los resultados de algo en un plazo inmediato.
Pero también he de decir que ha habido esperas que he disfrutado, porque como dijo el sabio Salomón en Eclesiastés: “todo tiene su tiempo”. Esperar el horno, disfrutando del olor de unas buenas galletas. Cuando aguardas una visita y preparas todo con ilusión. Dar tiempo a una persona para que pueda hacer las cosas por si sola, aunque tu lo harías más rápido. Organizar una boda con el amor de tu vida sabiendo que eso os unirá para siempre.
Todas las esperas se ven influidas por las personas que comparten la espera con nosotros. Su atención, su compañía, su saber estar en los momentos donde no puedes ni hablar, su saber hacerte reír en medio de una situación desesperante, abrazarte y dejarte llorar en silencio.
En la mayoría de las ocasiones esperamos porque no nos queda otro remedio. A todos nos gustaría poder ser el primero en la cola, tener la oferta el día que lo necesitas o poder llegar al destino sin tener que andar el camino, ver los frutos el día después de plantar la semilla... Pero muchas cosas llevan su tiempo.
Pero, ¿puedes recordar alguna ocasión en tu vida en el que la espera te ha enseñado? ¿puedes hacer memoria de algún viaje que hay sido precioso? ¿te viene a la mente un momento en el que esperar te haya hecho progresar y no conformarte con lo que viniera primero?
¿En quien está puesta tu esperanza? ¿Esperas que pase la vida lo mejor que se pueda? ¿sin pena ni gloria?
Al final del Calendario de Adviento recordamos el mensaje de la Navidad. Ese mensaje que está vigente hoy en día.
Jesús quiere estar contigo en el presente. Estar a tu lado en las esperas angustiosas de la vida, disfrutar contigo de las alegres y llenarte de esperanza para el futuro.
Dios quiere que la espera no te desespere, sino que de esperanza te llene.
Saber esperar y su complemento mayor; la paciencia.