Todos lo esperábamos. Quizá más tarde, pero no, los rebrotes del COVID están aquí.
No sabemos cómo será esta vez. Pero es inevitable como profesionales sanitarios no ir con “recuerdos escalofriantes” y que en ocasiones nos paralicen.
Sin embargo, a nivel sanitario debemos mirar el lado bueno, esta vez, sabemos algo más del virus, de sus consecuencias, de cómo atajarlo. Esta vez nos sentimos más preparados.
Como ciudadanos es inevitable que en estos momentos las preguntas se agolpen en nuestras mentes. ¿Qué pasará con la educación? ¿qué ocurrirá con la crisis? ¿cómo se podrá conciliar la vida familiar? ¿Qué ocurrirá con todas las personas que se quedan sin recursos? ¿podremos volver a llevar una vida normal?
La incertidumbre en todas estas cuestiones sumado al temor de la propia enfermedad y sus consecuencias en nuestra sociedad, nos tienen en vilo.
Sumemos a todo ello la falta de seguridad y confianza que tenemos en los políticos. Me indigna que, con TANTOS políticos y asesores, con los sueldos tan altos, las vacaciones pagadas, el dinero que financia con millones los partidos, todavía NO haya solución a problemas tan graves como por ejemplo la educación, que es elemental, estamos a dos semanas de empezar el curso y aún no saben ni siquiera si comenzará.
¡Qué triste que el futuro de nuestro país sea tan incierto! Si nos paramos a pensar nos produce una sensación de vértigo.
Me indigna de manera exponencial la falta de seriedad, de amor por sus conciudadanos, de responsabilidad en su trabajo…
La educación de los niños y jóvenes está en juego, y con ello el futuro de nuestro país.
(“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo” Nelson Mandela)
La próxima generación de médicos, enfermeras, fisios, jueces, profesores, auxiliares, técnicos, mecánicos, administrativos, veterinarios, empresarios, fontaneros, arquitectos, electricistas, cocineros, carpinteros… etc. ¿Cómo aprenderán? En las carreras donde son necesarias las prácticas para adquirir competencias, ¿cómo van a hacerlo?
La generación COVID 19 lo tiene difícil. Pero habrá que invertir, buscar los medios, contratar profesores… Habrá que ayudar a las familias que trabajen los dos progenitores si al final las clases no son presenciales.
Este conjunto de pensamientos, preocupaciones, e indignación, que casi todos compartiréis conmigo, me ha llevado a pensar en la utopía de un mundo mejor.
¿Alguna vez te has imaginado un mundo en el amaramos a nuestro prójimo, nos esforzáramos al máximo y siempre diéramos lo mejor de nosotros mismos?
¿No te da satisfacción ver películas en las que el bueno y el bien vencen, y con ello la gente se salva?
Ese es el mundo que Dios quiso desde el principio, un mundo lleno de amor y disfrute. Sin dolor, sin lágrimas, sin muerte… Pero el pecado lo corrompió todo (cómo el coronavirus en nuestros días).
Sin embargo, cuando lees las páginas de la Biblia, un libro fascinante (sobrenatural a la par que histórico y fidedigno) en los evangelios puedes leer las historias de amor de Jesús, el Hijo de Dios, que no vino a vencer el mal con fuerza o desde un trono. Él estuvo dispuesto a luchar con su propia vida, entregándose por ti y por mí, poniéndose en nuestro lugar para salvarnos.
En medio de todas estas incógnitas en nuestro futuro, espero que este mensaje de amor te de esperanza ¿quieres disfrutarla y dejar atrás la incertidumbre?
Hay que tener esperanza!