Alegría. Dolor. Familia. Experiencias. Amor. Preocupaciones. Risas. Lágrimas.
Desde que tengo memoria me ha gustado escuchar historias de la vida de otras personas. Cuando voy por la calle en muchas ocasiones, imagino ¿cómo será la vida de esa persona? ¿qué le ocurrirá para estar tan triste?¿qué es lo que le produce tanta felicidad?
No puedo evitar sonreír al ver a dos abuelos de la mano, o mirar en la profundidad de la mirada de las personas.
Hay momentos en la vida, en los que creces y te das cuenta de la complejidad de la vida, de los quebraderos de cabeza, pero también de las alegrías, del mirar un abrazo con ternura, de mirar fotos con melancolía, de ser el espectador silencioso de ver a tus sobrinos jugar, de valorar el trabajo de tu madre, el amor de la familia...
Cuando vine a Madrid a vivir, había una cosa que me agobiaba muchas veces, la gente. Ver tanta gente, y pensar en cada uno de ellos ¡Qué locura! ¿imaginas conocer cada una de las vidas de las personas con las que te cruzas en tu día a día? Estoy convencida que no podríamos soportar tanta carga.
En estas últimas dos semanas me han movido de sitio de trabajo en el hospital. He estado en la sala de recuperación después de las endoscopias. Un lugar, que después de venir de una planta donde no se para ni un momento, pues es tranquilo, muy tranquilo. Mi tendencia: quejarme.
Sin embargo, he recordado la importancia de poder influir en las personas que Dios pone en nuestro camino. La importancia de saber estar cerca, mostrar interés...
He vuelto a recordar la importancia de una buena conversación, de escuchar la voz de la experiencia, de poder consolar, escuchar las penas, pero también compartir las alegrías de otros, y abrir tu corazón también. Hacer de ese momento algo llevadero e incluso alegre.
Poder escuchar sus historias, tan variopintas. Unas tan llenas de alegrías, otras llenas de momentos difíciles. Personas serias y otras muy alegres. Personas que a pesar de sus situaciones se toman la vida con alegría y saber encajar los golpes más duros de una manera que te sorprende y te enseña.
¡Qué afortunada soy por poder escuchar la voz del corazón de mis pacientes!
Sin embargo, yo no conozco nada más que lo que ellos me muestras, y en la mayoría de los casos no volveré a tener oportunidad de volver a influir en sus vidas.
Por eso, sigue maravillándome que Dios conozca y ame a cada persona de una manera personal, pero además quiera influir en las vidas de cada uno de nosotros. Dios quiere darnos ¡VIDA!, vida Eterna. Pero no solo miró desde el cielo a los problemas, y le dimos pena, sino que se implicó en nuestras vidas, y buscó una solución.
Dios miró las consecuencias de nuestra maldad y decidió mandar la solución: su propio HIJO, ¿alguien ha hecho un acto mayor de amor por ti?
Escucha la voz del corazón de Dios. Él está dispuesto a salvarte, y estar contigo todos los días de tu vida.
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