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NO ME SUELTES


Maravilloso: darle la mano a mi madre. Aquella mano que me sostuvo al nacer, aquella mano que me agarro al aprender a caminar y que no deja de alentarme. Aquella mano que freno mis caídas, y me levanto en mis tropiezos. Aquella mano que me guió por los mejores caminos, pero que me soltó para que yo buscara el mío; pero siempre estuvo dispuesta, y lo bastante cerca para volverme a coger.

Esa mano que ahora me ha tocado sostener a mí: PRIVILEGIO. Esa mano que he apretado con fuerza, intentando que sintiera todo mi amor, y el de toda la familia. Esa mano que me he sentido afortunada de agarrar y que no querría soltar jamás.


Lo sencillo de una mirada que puede esconder tantos sentimientos, que habla sin palabras, que acaricia sin tocar, que consuela sin llorar.


Incertidumbre, esa sensación de vértigo por saber lo que puede pasar, por no poder estar, por los temores que nos persiguen…


Miedo: es difícil expresar lo que desde marzo del 2020 sentimos los profesionales sanitarios al tener que enfrentarnos a retos, dolor, incertidumbre, dolor… en nuestro día a día (el miedo describe muchas cosas).

Pero cuando el coronavirus toca a uno de los tuyos… Ahí el miedo se vuelve pavor.


Siempre me ha encantado mi trabajo, porque ser ENFERMERA es tener la fortuna de poder influir para bien en la vida de tantas personas, es poder aliviar su sufrimiento, aportarles cuidados dignos, escuchar sus penas, sus alegrías o sus preocupaciones, es suplir donde no pueden llegar cuando están malitos. Ser enfermera es cuidar con el corazón, es sostener la mano del que sufre cuando a veces los que le aman no pueden estar.

En estos últimos días que hemos tenido a mi madre ingresada por COVID en la UCI, me siento privilegiada, afortunada de haber sostenido su mano, de haber podido decirle a cada rato que la quería, poder animarla, leer juntas promesas de Dios y orar a voz audible a pesar del EPI, poder sentir la mano de Aquel que nunca se cansa, nunca falla y siempre está ahí.


Pero después de esos momentos de poder verla, pensaba en mis compañer@s con mi misma vocación que cuidan con el corazón, y una parte de mi se llenaba de alivio, de orgullo y de calma (aunque como hija, ya suponéis que cuando me toco despedirme las lágrimas brotaron sin parar, y la angustia lleno mi corazón).


Estas situaciones nos ayudan a ponernos en el lugar de otros, nos ayudan a agradecer poder coger la mano de aquellos que sufren y poder aliviar, aunque sea en parte.

Pero también me hace pensar en que NO quiero soltar la mano de los que amo, que quiero caminar de su lado, y aún en la distancia sientan mi cercanía, que sientan mi apoyo y poder decir TE QUIERO tantas veces como sea posible. He pensado en lo afortunada que soy al sentirme sostenida por las oraciones de tantos, por el cariño de familia, amigos y compañeros: Sostuvisteis nuestras manos, y eso… es un REGALO incalculable: ¡GRACIAS!

Pero también en estos días he pensado mucho en que mi madre está en las mejores manos: Dios está con ella, y pase lo que pase, sus manos de amor, de consuelo y de paz la sostendrán, nos sostendrán.


"No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios.

Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa"*





*La Biblia Isaías 41:10 (versión Dios Habla Hoy)

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2 Comments


Es una bendición poder llamarte hermana y aprender de ti Elisabet. 😘😘

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marisacasquero
Feb 01, 2021

Cómo expresas los sentimientos

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