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TU NOMBRE






Desde pequeña he sentido curiosidad por las personas. Cuando estoy cerca de alguien, cuando le veo sonreír, estar serio, cuando le veo dirigirse hacia un lugar…


Me pregunto e intento imaginar ¿cómo serán sus vidas? ¿cuál es la historia de su camino? ¿a qué se dedicarán? ¿estarán solos al llegar a casa? ¿cuáles serán sus mayores problemas? ¿sus alegrías? ¿qué podría aprender de ellos?


Lo cierto es que sería imposible saber todo de cada persona con la que nos cruzamos. De hecho, si me paro a pensar me doy cuenta de que ni siquiera tendría la capacidad de soportar todo lo que me pudiera contar cada una de ellas.


Como enfermera tengo el privilegio de conocer por NOMBRE a muchas personas, sus historias, sus gustos, aprender de sus vidas, de sus victorias, estar a su lado en las mayores luchas, en los días grises, pero poder tender mi mano y disfrutar de las recuperaciones, de las mayores alegrías, de los reencuentros…


El nombre. Esa palabra con la que la gente te llama. Tu nombre es como el título de tu propia historia. La palabra con la que te presentas, con la que te identificas.


Cuando va a nacer un pequeño en la familia, nos volvemos locos buscando un nombre. Uno precioso por el que le llamemos y le llamen, con el que se sienta identificado, con el que pueda sentirse especial.


Hace unas semanas en el trabajo tuve un paciente que desde el primer día se aprendió mi nombre, y a pesar del EPI me reconocía cada vez que entraba. Con solo oír mi voz, me decía: “Hola Eli, que alegría verte”- Me llamó la atención la ilusión con la que mi corazón recibió que me identificara y se aprendiera mi nombre.


En ocasiones, te encuentras con gente a la que no le interesa cómo te llamas o simplemente no tienen tiempo para prestarte suficiente atención.


Pero el aprender el nombre de las personas que nos rodean, aquellas con las que trabajamos, a quienes cuidamos…

Cuando me doy cuenta de mi propia reacción, pienso en la importancia de poner atención y prestar interés en las personas que nos rodean, aquellas a las que tenemos oportunidad de hacer bien. Por supuesto, es imposible poder conocer a cada persona. Por descontado, cada uno tenemos nuestros propios problemas y dificultades.


Que conozcan tu nombre supone un alivio al corazón en tiempos de soledad, que te escuchen aminora las cargas en momentos de dificultad, compartir nuestra historia hace participe a los demás de nuestras vidas, escuchar nos enseña y hace crecer.


Detrás de cada nombre hay una historia, un matiz de personalidad, un camino, unas metas, unos sueños, unas virtudes… Cuando conoces a la persona detrás del nombre, este toma un significado diferente, e incluso inesperado.

¿No te ha pasado que algunos nombres, después de conocer a una persona que se llama así comienza a tener unos matices que antes no tenía?


Sin embargo, hay ocasiones en las que tu o yo podemos sabernos el nombre de personas que jamás se fijarán en nosotros; un cantante, futbolista, un actor, una eminencia en tu campo…


Sin embargo, ¡qué bueno es saber que Dios nos conoce!

Él te conoce y te ama, quiere estar a tu lado, caminar contigo, guiarte, escucharte, aliviar tu dolor, acompañarte en la soledad…Aquel que conoce cada cabello de tu cabeza, que llama a todas las estrellas por su nombre… Él quiere darse a conocer, en su inmensidad a través de su palabra, la Biblia.



Hoy te animo a que, en nuestro ajetreado día a día, puedas prestar atención y poder aprender de la persona y la historia que se esconde detrás de cada nombre que escuchas a tu alrededor.

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