En estos días todos disfrutamos en el algún momento de juegos olímpicos. Estoy segura de que al igual que yo, hay muchos deportes que no sabes muy bien ni cuáles son sus normas, o quizá no los sigues normalmente. Pero en estos momentos parece que valoramos, aprendemos y vemos el deporte de otra manera, con otros ojos.
Hay nada más y nada menos que 46 deportes que se practican en las olimpiadas. Cada uno con sus reglas. Algunos individuales, como la esgrima, karate, natación… Otros muchos en los que dependes del esfuerzo, la capacidad y el trabajo en equipo.
¡Cuántas historias detrás de todo ello! El esfuerzo titánico de los deportistas, que llevan preparándose para esos días durante tantísimo tiempo. Entrenamientos súper duros, dietas estrictas, hábitos saludables, sin pasarse nunca. Renuncias constantes a planes…
Lo cierto es que los deportistas no solo deben estar en forma física, sino que en su preparación desarrollan capacidades como el sacrificio, la autodeterminación, la superación, la disciplina, la abnegación, la constancia…
Todo esto, sumado a la situación complicada de este último año y las condiciones especiales de los juegos debido a la pandemia, pone en mayor presión a los participantes.
En estos días Simone Biles, superestrella estadounidense en gimnasia ha decidido retirarse por un problema de salud mental. Su historia nos invita a reflexionar sobre el cuidado tan importante de la salud mental.
Me ha hecho pensar en que quizá este año no gane medallas, pero ha sido consecuente con ella misma, y su sinceridad nos dado un toque de atención a todos. ¿Quizá hubiera sido más fácil seguir con el plan establecido? ¿cuántas veces aparentamos estar bien, pero realmente no lo estamos?
Estos días leía una noticia en los medios que me dejo de piedra, muchos de los medios de comunicación titulaban algo parecido: “el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes”, un titular para helar la sangre de cualquiera ¿no es horrible? ¿qué está pasando?
Están siendo tiempos difíciles, en los que la soledad por la pandemia no ayuda, en el que las redes sociales nos hacen tener una visión distorsionada de la realidad y a veces nos aíslan de los demás.
En el día a día, muchas veces nos toca competir. Sentimos la presión de la sociedad, los listones de belleza, las competencias laborables, las exigencias de los estándares que nos rodean. Todo ello va calando en nosotros, nos llena de ansiedad y muchas veces entramos en el juego de querer llegar a todo y ser el “perfecto ejemplo”.
Todo esto me hace pensar en que muchas veces no daré la talla, cometeré errores, seré imperfecta y aunque me esfuerce, no podré hacer mi trabajo de manera excelente. Muchas veces no sabré ser disciplinada, quizá no seré la mejor al trabajar en equipo, puede que hasta me rinda y abandone.
Por ello, en los juegos olímpicos y en todos los deportes existe la figura del entrenador. En muchos de los casos el entrenador ha sido primero deportista, por lo que conoce lo que significa tal esfuerzo y sacrificio, por ello es el preparador del deportista. Conoce los desafíos.
Sin embargo, ¿tenemos entrenador para la carrera de la vida? ¿hay alguien que sepa por lo que estás pasando y quiera estar a tu lado en medio de este verdadero sacrificio olímpico de la vida? ¡Qué bueno sería escuchar a alguien gritando ánimo en los momentos en los que parece que vas a perder! ¡Qué bueno es sentir que tus esfuerzos son empujados por otro, y tus logros compartidos!
Reflexionando, pienso en Jesús.
Él corrió hasta el último esfuerzo la carrera de la vida, y ganó la medalla de oro por ti.
Él estuvo dispuesto a cargar con tus cargas más pesadas para que tu puedas decir: “dejo mi ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de mi”*
Él estuvo dispuesto a vivir la vida perfecta que tú debías vivir, en medio de las dificultades semejantes a las tuyas.
Él estuvo dispuesto a correr hasta morir en la Cruz, para que tu meta sea: la vida Eterna.
¿Quién no querría un entrenador que si hiciera falta diera su vida por ti?
*1Pedro 5:7